Irena Wygodzka
Mi nombre es Irena Wygodzka, de soltera Beitner, aunque me suelen llamar Eni. Erna era el nombre que solía aparecer en los documentos, en la cédula de identidad, pero tanto para mis amigos como para mi familia siempre he sido Eni...
Entrevistadora: Zuzanna Schnepf
Varsovia, 2004
Trasfondo familiar
Mi nombre es Irena Wygodzka, de soltera Beitner, aunque suelen llamarme Eni. Erna era el nombre que solía aparecer en los documentos, en la cédula de identidad, pero tanto para mis amigos como para mi familia siempre he sido Eni. Uno de mis primos solía llamarme Koziula [de la palabra polaca 'koza', que significa cabra], porque era un poco salvaje e inquieta... Irena sólo se comenzó a utilizar después de que regresara a Polonia, en 1947.
Irena con su padre, Herman Beitner
La familia de mi padre procedía de Dąbrowa Górnicza y la de mi madre, de Będzin. Solo recuerdo un abuelo por parte de padre. Mis abuelos paternos tenían una ferretería, debió ser un negocio familiar. El apellido de soltera de mi madre es Londner. Sus padres murieron temprano, no pude conocerlos. El padre de mi madre tenía una tienda en Będzin, también una ferretería, eso es todo lo que sé. Es muy probable que las dos familias se conocieran a través de sus respectivos negocios. Así es como hubo un matrimonio doble entre ambas familias. Primero Tobiasz, el hermano de mi padre, se casó con Mania, la hermana de mi madre. Es muy probable que en esta boda se hayan conocido mis padres, pero, por alguna razón, mi madre nunca hablaba de eso. Eran familias que apenas llegaban a fin de mes. Eso es lo que pienso.
El nombre de mi madre era Bala, pero en los documentos, oficialmente, aparecía como Bajla. También firmaba como Balbina. ‘Balcia’, así es como recuerdo que mi padre llamaba a mi madre. Cuando hablaban en yiddish, mamá llamaba a papá "Hershel", y cuando hablaban en polaco, Herman.
La familia Beitner en 1923
Recuerdo que mamá me explicó que esperó durante siete años a mi padre, porque durante la Primera Guerra Mundial, papá estaba en el ejército. Estuvo entre 1914 y 1918, y creo que se casaron en 1919, porque mi hermano, Natan, nació en 1921 y yo nací en 1922. Después de la boda, mis padres se trasladaron a Magdeburgo. Hubo una crisis muy profunda [en Polonia], por eso mismo mi padre se fue a Alemania a buscar trabajo. Creo que debe haber sido en 1920.
Infancia, crecimiento, vida religiosa y educación.
Cuando cumplí dos años, mis padres regresaron a Polonia. Fuimos a Katowice. Allí nacieron mis dos hermanas, Zosia y Jadzia [Jadwiga]. En Katowice, mi padre ejercía de administrador de bienes raíces.
A mamá siempre le preocupaba no tener suficiente dinero. Aunque, tal como lo recuerdo, no nos fue tan mal…Recuerdo, sin embargo, que mis padres siempre hablaban de estar endeudados. Mi madre se ocupaba de la casa. Éramos cuatro hijos, así que siempre había mucho trabajo por hacer. No había lujos. Teníamos una sola sirviente, que siempre fue polaca. Las sirvientes iban y venían por diferentes razones.
Hablábamos polaco en la casa. Mis padres también hablaban entre ellos en alemán y yiddish. Nosotros, los niños, hablábamos polaco y alemán. El único libro que recuerdo hayamos tenido en la casa estaba escrito en polaco. Era de Tolstoi. Mis padres no leían mucho. No tenían una educación intelectual, no tenían ese tipo de necesidades. Eran gente sencilla. Los amigos de mis padres eran siempre judíos. No teníamos relaciones cercanas con los polacos. Las tres nacionalidades de la ciudad, polacos, judíos y alemanes, no se frecuentaban. Los judíos se reunían con judíos y los demás probablemente con los suyos.
La comida que hacía mi madre era kosher. Mis padres celebraban las fiestas tradicionales: Pesaj, Janucá, Purim. Mamá encendía las velas todos los viernes. Cuando lo hacía, decía las oraciones, pero no rezaba en otras situaciones. No iba mucho a la sinagoga, no era una fanática religiosa. Papá iba a la sinagoga, pero nunca los viernes, solo durante las fiestas, no como solían hacer aquellos judíos religiosos que iban todas las semanas. No se dejaba crecer la barba, era más bien progresista. No hacíamos nada durante el shabat. Era entonces cuando recibíamos visitas. No creo que obedeciéramos todas aquellas restricciones, cocinábamos, encendíamos las luces de la casa, pero eso sí, nunca viajábamos. No se nos permitía comer jamón, pero a menudo mis amigos y yo comprábamos un sándwich de jamón y lo comíamos en la puerta a escondidas. Nunca fui religiosa. Recuerdo que sólo asistía a la sinagoga en los días festivos, y jugábamos en los jardines que había a su alrededor. Recuerdo que mi hermano debatía sobre temas religiosos con nuestro padre y trataba de demostrarle que Dios no existía, que todo lo habían inventado las personas. Y a nosotras, las chicas, no nos importaba demasiado la religión.
Tenía seis años cuando comencé a acudir a la Escuela Primaria Berek Joselewicz. Estaba muy cerca de nuestra casa…Bueno, recuerdo no haber sido tan buena estudiante. Una vez incluso tuve que repetir curso, sexto grado. Sí, suspendí matemáticas y física. Recuerdo que me afectó muchísimo. Mis padres no me castigaron, quizás luego se arrepintieron, al igual que yo. Tal vez por eso mismo repetí sexto curso, graduándome de la escuela primaria tras ocho años de estudio, ya que había siete en total. Empecé a asistir al instituto cuando cumplí 14 años [1936]. Era un instituto profesional de la Asociación de Mujeres Polacas de Katowice. Una escuela para niñas. Aprendíamos costura, corsetería. Yo no quería trabajar de costurera, pero mis padres me enviaron allí. Como no era un gran estudiante, me enviaron a una escuela profesional para que aprendiera un oficio.
Mi padre era miembro de la Organización General Sionista[1]. Era su tesorero. Por entonces, mis padres querían trasladarse a vivir a Palestina, pero nunca tuvieron suficiente dinero para pagar los billetes de toda la familia. Así que nunca nos fuimos. Los puntos de vista sionistas eran populares entre los hermanos de mi padre. Mamá quería que nos fuéramos, aunque ella no fuera miembro de ninguna organización sionista.
Mi hermano Natan era más inteligente y talentoso que yo. Me pasaba el rato discutiendo con él. Con el paso de los años nos fuimos haciendo cada vez más cercanos, nos gustábamos el uno al otro. Al contrario que nuestros padres y yo, Natan no quería ir a Palestina, no tenía nada que ver con el sionismo, era más bien comunista.
Irena Wygodzka con sus amigas de Akiba en Zakopane
Tenía nueve años [1931] cuando me uní a la organización sionista, fui miembro hasta el final. Mis amigos me animaron a hacerlo. Mis padres no se opusieron. Me uní a Akiba[2]. En Akiba nos reuníamos, aprendíamos hebreo, cantábamos canciones. Fue bastante divertido. Todos queríamos irnos a Palestina. Estudios, debates, campamentos, todo estaba pensado para prepararnos para la emigración. Nos hablaban de Palestina...de moralidad, de orgullo, de amor a la tierra de Israel. Cuando tenía 12 o 13 años fui a unos campamentos por primera vez, lo hice con Akiba, aunque quizás alguna vez también con Ha-Noar. A mis padres no les gustaba mucho todo eso, era costoso, pero siempre me las arreglaba para convencerlos.
Había debates sobre temas de actualidad, políticos y sexuales. Esos debates me hicieron consciente [de la sexualidad]. Yo era muy joven entonces, entre 12 o 13 años. ¿Qué sabíamos entonces? Nada. Nuestros padres no nos explicaban nada. No salía con nadie. Nunca me enamoré, bueno, y si lo hice, fue tan sólo platónicamente. Había un tal Moniek Fajner. Era de Będzin. Moniek Fajner se marchó a Palestina, creo que eso fue en 1937. Me escribió cartas, estaba enamorado de mí, pero nunca le respondí.
La Segunda Guerra Mundial y el Holocausto
Fue tal vez un día antes de que estallara la guerra cuando nos escapamos de Katowice, teníamos miedo de los alemanes. Todos estaban huyendo, no solo los judíos. Pero nadie contaba con cuán pronto y rápido llegarían hasta nuestras ciudades. Estábamos en algún lugar cerca de Olkusz, Wolbrom. [Luego regresamos] a Sosnowiec, con la hermana de mi madre [Mania] y el hermano de mi padre [Tobiasz], es decir, mis parientes más cercanos.
Luego comenzó la horrible ocupación. Yo era una chica inconformista, así que decidí huir. No les dije nada a mis padres. Mi hermano y yo decidimos cruzar a Leópolis, con los rusos. Esto era todavía en septiembre de 1939. Salimos de casa, caminamos y caminamos, de vez en cuando nos subíamos a un carro tirado por caballos. Llegamos a Cracovia, una vez allí nos dimos cuenta de que no teníamos un duro. Así que mi hermano volvió a Sosnowiec para ganar algo de dinero. Regresó acompañado de papá [de Sosnowiec a Cracovia]. Él se percató que también tenía que abandonar la ciudad, ya que era el administrador de unos apartamentos donde vivían tantos Volksdeutsche[3] y, aunque era un hombre muy decente, todavía tenía enemigos... Y desde entonces comenzamos a viajar juntos. Mi madre y mis hermanas se quedaron en Sosnowiec, con un tío y una tía. Fuimos por Przemyśl, donde por la noche cruzamos a nado el río San, situado en el lado soviético, para luego llegar a Leópolis.
Natan Beitner, hermano de Irena, en los Años 30
Así fue como pasé los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial en Leópolis. Al principio definiría la situación como dramática. Había refugiados polacos por todas partes. Finalmente, papá alquiló una habitación a la familia Seweryn, formada por una madre y dos hijos (hijo e hija). Eran polacos. Gente muy agradable y decente. Natan quería matricularse en una escuela de secundaria técnica, pero no querían admitirlo, porque era un ‘bieżeniec’ [del ruso: refugiado]. En Leópolis conoció el comunismo real y llegó a comprender que todo había sido adulterado, nada era como se lo habían contado. Era reservado, no tenía amigos. Cuando me fui [de Leópolis a Vilnius] estaba prácticamente solo. No tenía una buena relación con papá. Natán se suicidó en 1940.
En diciembre de 1939 me fui a un kibbutz[4] ubicado en Vilnius. Mi hermano me acompañó a la estación de tren. No le dije a papá que me iba porque tenía miedo de que no me dejara ir. Le escribí y, de alguna manera, me perdonó. Fui al kibbutz porque quería ir a Palestina... Era todo bastante ilegal, se arreglaban los papeles en Rusia.
En la primavera de 1941 recibí una carta de mamá, había sido enviada desde Sosnowiec a Vilnius. La carta llegó por correo. Mamá, a pesar de que no se lo acababa de creer, escribió diciendo que lamentaba no volver a ver a Natan nunca más. ¿Cómo supo ella lo que pasó? Creo que papá debió haberle dicho algo. Mi padre me había ocultado la muerte de Natan… Cuando recibí la carta, le pedí a mi amigo Dudek Goldberg, que se dirigía a Leópolis, que averiguara exactamente [qué había pasado]. Luego me trajo la confirmación, Natán se había suicidado. Fue entonces cuando volví con mi padre a Leópolis, era mayo de 1941. La guerra entre Alemania y Rusia estallaría un mes después. Dudek Goldberg también vino a Leópolis. Fue mi primer amor: Dudek Goldberg, natural de Radom. Lo conocí en Vilnius, en el kibbutz. Estuvimos juntos en Leópolis por poco tiempo. Más tarde estalló la guerra y fue reclutado por el ejército soviético. C'est tout, eso es todo. Murió sirviendo en el ejército. Todos lo sabían: los enviaron a todos al frente sin ningún tipo de entrenamiento, como carne de cañón.
Tras regresar de Vilnius, me instalé con mi padre en esa habitación de los Seweryn. Un mes después de la llegada de los alemanes, tuvo lugar un pogromo de judíos[5] en el que mi padre fue asesinado. Yo también fui víctima del asalto, pero logré salir del penal de la calle Lackiego al mostrarles el documento de identidad que llevaba encima. El alemán me miró, yo era joven, rubia, de ojos azules, tal vez no le pareciera lo suficientemente judía. Así que leyó en el documento "lugar de nacimiento: Magdeburgo" y pidió a los carceleros que me sacaran de la cárcel junto con otras dos niñas.
Después de que mi padre fuera asesinado en aquel pogromo, me encontré sola. Cuando empezaron a construir el gueto de Leópolis, me escapé de la ciudad. Decidí ir con mi madre a Sosnowiec. Recuerdo que por el camino detenía a los carros tirados por caballos, me persignaba cada vez que pasábamos frente a una cruz para que los conductores no pensaran que era judía. Fui extremadamente cuidadosa...Recordé que tenía algunos parientes lejanos en Olkusz, así que allí fui. Me dieron dinero para que pudiera pagar el billete de autobús y el tren que me llevarían hasta Sosnowiec.
Los alemanes tenían una lista detallada de todos los que atravesaban del Gobierno General al Reich[6], todas esas personas debían solicitar un 'Kennkarte'. Los alemanes los convocaban en un punto de encuentro. Por eso mismo yo recibí una orden para presentarme en uno de aquellos lugares. Nosotros, los más jóvenes, fuimos trasladados a un campo de trabajo. Así que, en febrero de 1942 ya me encontraba en el Campo de Oberaltstadt [campo de trabajos forzados nazi situado en la frontera checo-polaca]. Hoy se llama Horní Staré Město, forma parte de Trutnov, en la República Checa . Al principio era solo un campo de trabajo. La fábrica producía hilo. Su horario era de 2.30 de la madrugada a 14.30 del mediodía. Luego había que limpiar el campo, fregar los suelos, y hacer todo tipo de cosas...Vivíamos en barracones horribles, llenos de bichos. Solo había mujeres jóvenes. Me hice muy amiga de algunas de ellas.
En los meses siguientes descubrí que, durante mi ausencia, se había creado un gueto en Sosnowiec. El gueto estaba en Środula, entre Sosnowiec y Będzin. Allí mismo fue trasladada mi familia. Entonces comencé a pensar en traer a mi madre y hermanas al Campo. Mientras tanto, mamá seguía caminando por Sosnowiec rogando que se la trajeran. Finalmente, alguien se aburrió de ella y la puso en algún medio de transporte. Consiguieron localizarme antes de que tuvieran lugar las últimas deportaciones del gueto de Środula. Todos los demás miembros de la familia fueron conducidos a Auschwitz, todos murieron. Estuve en el Campo con mi madre y mis hermanas hasta el final de la guerra, sobrevivimos.
Después de la guerra: familia y migraciones
Después de abandonar el Campo, fui a Salzburgo durante un tiempo [a un campamento para personas desplazadas[7]], acompañada de mi madre y mis hermanas. Como no sabíamos a dónde ir, pedimos ser trasladados a Israel. En Salzburgo vivíamos en establos que estaban adaptados para dormir. De Salzburgo fuimos a Alemania.
Conocí a mi esposo en Alemania, todavía en 1945. Mi esposo era de Będzin. Su nombre era Szyja, Stanisław era su seudónimo antes de la guerra. Stanislaw era de izquierdas. Era autodidacta, un hombre de grandes conocimientos. Traducía del alemán y del yiddish. Comenzó a escribir en la década de 1920. Estuvo en Auschwitz, Oranienburg, Sachsenhausen, Dachau, Freiman [lugar no identificado] – fue liberado allí en 1945, estaba enfermo de tuberculosis y fue llevado al hospital. Nos casamos el 11 de marzo de 1946, cuando fue dado de alta.
Irena y Stanislaw Wygodzki después de la guerra
Tanto mis hermanas como mi madre se marcharon a Palestina directamente desde Alemania. A mí también me hubiese gustado ir, pero mi esposo, que además de escritor polaco era también comunista, creía que su lugar estaba en Polonia. Había luchado toda su vida por los ideales comunistas y Polonia le ofrecía la posibilidad de seguir construyendo ese ideal. Cuando decidimos contraer matrimonio, mi marido puso una única condición: que volviéramos a Polonia. Y acepté porque lo amaba. La gente se iba a Palestina, a América, a todo tipo de lugares. Nadie quería volver a Polonia porque sabían que allí había mucho antisemitismo.
Así fue como llegamos a Varsovia. Mi esposo estuvo un tiempo trabajando para el Ministerio de Cultura, luego lo haría desde casa. Todo lo que hacía era escribir. Por mi parte, trabajé hasta 1952, fecha de nacimiento de mi hijo Adam. Tres años después nacería mi hija Ewa. Yo no era la típica madre judía tradicional. Crie a mis hijos de manera secular. Les hablaba de nuestra herencia judía. Mi esposo y yo nunca ocultamos nuestra identidad. Aunque mi esposo nunca quiso ir a Israel, en 1967 cambió de opinión[8]. Por aquel entonces el antisemitismo se había extendido por toda Polonia, no conocía límites. Nos mudamos en 1968, en enero. Todo el período que precedió a nuestra partida fue terrible. Nos vigilaban, nuestro teléfono estaba siendo intervenido. Incluso nuestro hijo quería irse porque había experimentado el antisemitismo en la escuela...Mi hija también experimentó actitudes antisemitas.
En Polonia, mi esposo solía ganar dinero de una forma específica; publicaba libros. Pero en Israel no iba a recibir mucho dinero por ello, ni siquiera por escribir lo que ya estaba publicado. Teníamos que salir adelante de otra manera, de modo que estudié durante nueve meses en una escuela de esteticienes de Tel Aviv. Al principio esperé mucho tiempo, casi un año, para conseguir a mis primeros clientes. Trabajé muy duro, algo que había aprendido a hacer en Polonia. Con el tiempo conseguí muchísimos clientes. Mi esposo solía escribir un poco. Además, empezó a trabajar para Yad Vashem, preparaba definiciones para la Enciclopedia Judaica y editaba algunas memorias. Mi esposo estaba disgustado con muchas cosas de Israel: su actitud hacia los árabes y el poder de la población ortodoxa. Cuando había elecciones siempre solíamos votar por el Partido Laborista. Echaba de menos Polonia, extrañaba a sus amigos y su pasado. Realmente nunca perteneció a ningún lugar...
Irena y Stanislaw Wygodzki en el Mar de Galilea
Entonces empezaron los problemas con los niños. Estaban en otro mundo, clima, mentalidad, todo les era extraño. Aunque intentaron sembrar raíces, no estaba funcionando. Mi hijo decidió dejar Israel para siempre [en 1975 o 1976]. Se casó con una chica suiza [en 1985]. Viajaron por todo el mundo. Estuvieron en India, Nueva Zelanda, Jamaica, América del Sur. Su hija -su nombre es Sunshine- nació en Nueva Zelanda. Después de un tiempo en España, mi hija conoció a un francés con el que se casó. Hace diez años que viven en el sur de Francia, tienen dos hijas.
Mi esposo murió en 1992. Permanecí en Israel durante muchos años más. Finalmente, decidí que, si quería seguir en contacto con mis hijos, debía trasladarme a Europa. Decidí entonces que nunca volvería a Israel. En 2000 me mudé con mi hija [a Francia]. Pero resultó que no me acabé de adaptar. Así que decidí trasladarme a Varsovia, ver cómo era la vida aquí, si era posible adaptarme, porque nunca imaginé que regresaría a Polonia después de irme [en 1968]. Así que llegué a Polonia, aquí estoy y no lo estoy haciendo tan mal. Pero no es del todo bueno, ya que no siento vínculos con Israel, Polonia o Francia. Me siento como suspendida en el aire, no pertenezco ni aquí ni allá. Soy ciudadana israelí, no tengo pasaporte polaco[9]. Me quitaron la ciudadanía polaca. Podría intentar recuperarla, pero no estoy seguro de si vale la pena. También me desaniman las mismas cosas que me desanimaron en Israel. Por ejemplo, los fanáticos, que son iguales en todas partes. Así que todo esto es difícil, especialmente porque estoy sola. Sé que no me queda mucho tiempo, así que estoy feliz cada vez que mi hijo o mi hija vienen a visitarme. Hay bastantes personas con las que puedo hablar de vez en cuando, por ejemplo, de los círculos literarios. No participo de la vida comunitaria judía de Varsovia, nunca lo hice, no veo por qué debería empezar a hacerlo ahora. Leo mucho. Sobre todo sobre el Holocausto. De alguna manera no puedo dejar atrás el pasado.
Irena Wygodzka en 2004