Rosl Heilbrunner

Sobreviviendo al Holocausto con una nueva identidad: Durante los primeros años del Franquismo, a la sombra de la persecución de la Gestapo en suelo español, Rosl Heilbrunner, junto a su marido y sus hijos, intentaron salvarse utilizando una nueva identidad.

Her story y fotos Breve resumen Texto completo

Table of contents

Infancia 

Dos años antes de que diera comienzo la Primera Guerra Mundial, el 10 de mayo de 1912, nacía en Friburgo, capital de la Selva Negra, una niña rubia de ojos grises llamada Rosl Heilbrunner. Se trataba de la primera hija del matrimonio formado por Eduard y Lina Heilbrunner, dos judíos alemanes plenamente asimilados que regentaban un negocio de venta y distribución de materias primas. Diez años después, todavía arrastrando los efectos devastadores de la guerra, nacería Julius, el menor de los dos hermanos.

La casa familiar estaba situada en el segundo piso del número 40 de la Moltkestrasse, en el céntrico histórico de Friburgo, no demasiado lejos de la antigua sinagoga. Rosl pasará allí los primeros años de su vida, una infancia feliz y próspera que se teñirá de incertidumbre con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Rosl recordará años más tarde aquella época con una sonrisa en el rostro, las amistades de la escuela que perdurarán en el tiempo, las excursiones por las montañas de la Selva Negra, sus paseos por Friburgo, sus habituales visitas a sus abuelos maternos, los Levi, residentes en Altdorf.

Rosl Heilbrunner en la escuela de Primaria

1919

En este contexto previo al desastre, años de libertad y tolerancia, la joven Rosl Heilbrunner, tras dejar atrás los estudios de primaria cursados en una escuela de niñas mixta y los de secundaria en la Höhere Töchterschule, se matricula en la prestigiosa Escuela de Comercio con la intención de estudiar Secretariado Internacional. Será en 1930, al finalizar los estudios, con dieciocho años recién cumplidos, cuando ocupe el cargo de asistente del abogado Norberto Wolf, quien, por aquel entonces, trabajaba para la fiscalía de Friburgo. Durante aquellos tres años, de 1930 a 1933, Rosl vive una de las mejores épocas de su vida, exprimiéndola al máximo, construyendo un mundo a su antojo en el que todos sus sueños eran aún posibles. Sin embargo, aquel mundo perfecto se vino abajo cuando el 30 de enero de 1933, Adolf Hitler, líder del Partido Nazi, asuma el cargo de canciller. 

Rosl Heilbrunner de vacaciones

1926

 

Ascenso del nazismo

En diciembre de 1932 residían en Friburgo 98.752 habitantes, 1.138 de los cuales eran judíos, alrededor del 1,2 por ciento del total. Apenas un mes después, con el ascenso al poder del Partido Nazi, la convivencia es ya algo del pasado, iniciándose un proceso sin posibilidad de retorno que marcaría a sangre y fuego a los enemigos del nuevo régimen: judíos, comunistas, anarquistas, homosexuales, liberales, etc. El 6 de marzo, por ejemplo, unos exaltados militantes del NSDAP izarán por la fuerza, y sin el consentimiento del alcalde, una bandera con la esvástica en la balconada del ayuntamiento. A finales de mes las SA[1] iniciarán en Friburgo una campaña contra los grandes almacenes. Ese día, el fatídico 1 de abril de 1933, varios miles de manifestantes se concentrarán en Kaiserstrasse, principal vía comercial, exigiendo en voz alta que no se comprase en negocios judíos. Se inicia entonces el largo y determinante proceso de privación de derechos y el desplazamiento de los ciudadanos judíos de la vida económica y social. 

Rosl Heilbrunner esquiando en Feldberg

1932

Al día siguiente, los periódicos locales de Friburgo publicarán listas con los nombres y direcciones de las tiendas que ya no debían ser visitadas, la de los Heilbrunner entre ellas. Ocho días más tarde, el alcalde Bender se verá obligado a dimitir tras una campaña de desprestigio orquestada por el Der Alemanne, periódico de la órbita nazi. Los comercios judíos estaban cada vez más expuestos a la persecución, y como resultado de ello estaban padeciendo una drástica caída en sus ventas. En este contexto se acelera el proceso de "arianización"[2] de los servicios públicos, preludio de la exclusión de los ciudadanos judíos tras la promulgación de las leyes raciales de Nuremberg de 1935[3]. Norbert Wolf, abogado que trabajaba para la fiscalía de Friburgo, perderá su puesto de trabajo, y con él, también el de su asistenta, Rosl Heilbrunner. Será durante estos meses difíciles cuando muchos judíos de Friburgo se verán, de un día para otro, excluidos de los clubes deportivos y culturales de la ciudad, el Club de Canto, el Club de la Selva Negra, la Gran Sociedad del Carnaval, el Sporthalle, erc. Tildados en la prensa como “indeseables”, comenzarán a sentir las consecuencias de aquella arbitraria discriminación. En este contexto, una Rosl Heilbrunner estigmatizada y desempleada, decide abandonar Alemania y pone rumbo a España, a León, donde trabajará como institutriz para una familia adinerada.   

 

1933: España 

Según nos muestran las fotos que conserva la familia, Rosl se establecerá en León, España, en el mes de julio de 1933.

Rosl Heilbrunner trabajando como au pair.

1934

 Llegaba para trabajar como institutriz en el seno de una familia adinerada. A principios de 1935, quién sabe por qué, decide trasladarse a Barcelona. En las fotos que tenemos a nuestra disposición aparece elegante, con ropa moderna, muy alemana, posando en el Pueblo Español, en la Costa Brava, Blanes, Tossa de Mar, parece feliz, despreocupada, dispuesta a comerse el mundo. Será entonces, en aquella Barcelona republicana, abierta y llena de oportunidades, cuando conocerá a su futuro compañero de vida, Kurt Sontheimer, judeo-alemán originario de Nuremberg que se había establecido en Barcelona en 1929 con la intención de implantar una sucursal de la fábrica de porcelanas Lehmann.

Dory Sontheimer, hija de Rosl Heilbrunner y Kurt Sontheimer:

“Después de aquel encuentro en Sant Pol, Kurt y Rosl decidieron conocerse. Daban largos paseos por las calles de Barcelona, aquella Barcelona de 1935, convulsa, difícil, republicana y aún laica. Tenían tiempo suficiente para comentar la situación que ellos particularmente, y sus extensas familias, estaban viviendo. En Friburgo muchos vecinos comenzaron a negar el saludo a los padres de mi madre. A Julius, el hermano pequeño de Rosl, con sólo trece años, le tocó soportar la humillación. Sé que mi madre nunca dejó de añorarlo. Años más tarde, cuando me percaté de la relación que existía entre ellos, me llamó la atención la actitud protectora de mi madre hacia su hermano pequeño, su único hermano.”

Rosl Heilbrunner en la piscina

1934

Mientras tenía lugar el boicot a los negocios judíos, alimentada desde el altavoz que ofrecía la prensa reaccionaria española, Rosl y Kurt se dejaban llevar por la ilusión del enamoramiento: dan excursiones por Collserola, paseos por las playas de la costa de Barcelona, Caldetes, Sant Pol de Mar, Masnou, etc., acuden al cine, al teatro, al Palacio de la Música, solos y acompañados por nuevas amistades. Se les ve muy felices en las fotos, jóvenes y radiantes, lejos de las amenazas que les rodean, incluso hablan ya de boda. Sin embargo, a pesar del poder irrefrenable de aquel enamoramiento fugaz, no pueden evitar sentir preocupación por todo aquello que está ocurriendo en Alemania. 

Rosl Heilbrunner con Kurt Sontheimer, Costa Brava, España

1936

 

Guerra Civil Española

El 18 de julio de 1936 se produce un Golpe Militar en España con la intención de subvertir el orden legalmente establecido de la Segunda República. El golpe fracasa, dando comienzo a una cruenta guerra civil que durará tres años. 

A pesar de todo los inconvenientes que conlleva una guerra, sumado al hecho de que el negocio familiar, la sucursal de la Lehmann, fuera colectivizado por orden del Comité de Milicias[4], las principales preocupaciones de Kurt y Rosl llegaban desde Alemania. A finales de 1937, alrededor del 80% de las más de 200 empresas de propiedad judía establecidas en Friburgo se habían vendido o disuelto. Lina lo había denunciado en una carta escrita en agosto de 1938:

“Queridos hijos, 

“[…] Aquí la vida sigue con dificultades. La empresa está prácticamente muerta, y nos veremos obligados a liquidarla o venderla. Debido a los balances de este año, con estos impuestos que nos han hecho pagar, nos van a dar un valor simbólico para justificar el traspaso, que tendremos que utilizar si conseguimos el visado para Julius […]. Nuestros visados, veo que serán imposibles de obtener. Si Julius consigue ir a América, quizá él desde allí podrá hacer algo más. Pero estoy asustada, porque es muy joven, y solo en este país con toda la libertad y sin nadie que pueda asesorarle ni aconsejarle... ¿Habéis leído el nuevo decreto? Esto es una auténtica locura.”

Boda de Rosl Heilbrunner

1936

Cuando Lina preguntaba en la carta si habían leído el nuevo decreto, es muy probable que se estuviera refiriendo a una ordenanza que anunciaba una Ley de Cambio de Apellidos y Nombre de pila, firmada tres días antes, el 17 de agosto, que obligaba a todos los judíos a adoptar los nombres de Sara, para las mujeres, e Israel, para los hombres. A partir de aquel momento, los padres de Rosl serían ante las autoridades alemanas Eduard Israel y Lina Sara.  

Meses después, como en tantos otros lugares de Alemania, la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938[5], la sinagoga de Friburgo será víctima de la cólera nazi, quedando reducida a cenizas. Aquella misma noche, 137 varones judíos fueron arrestados, muchos brutalmente maltratados y luego llevados a prisión. Ese mismo día, Lina escribirá una carta a su hija Rosl relatando lo sucedido:

"[…]Los hechos del miércoles por la noche y el miércoles por la mañana difícilmente pueden expresarse con palabras. [...] Fue horrible. Una noche de terror [...] Gracias a Dios no irrumpieron en nuestra casa. [...] Casi nunca salimos de casa. La empresa está cerrada. Nuestra situación financiera es muy mala [...].”

El 26 de enero de 1939, las tropas franquistas irrumpen en Barcelona ocupando la ciudad e instaurando un nuevo régimen. Desde aquel momento los refugiados judíos que aún residían en la ciudad comienzan a sentir la presión. Vigilados por la policía franquista, que actuaba en colaboración de la Gestapo, tratarán de pasar desapercibidos. Muchos, la mayoría de ellos apátridas, serán detenidos y enviados a los Campos de Concentración franquistas. Kurt fue llamado dos veces para asistir al consulado alemán de Barcelona, pero no acudió. Varios conocidos judíos serían deportados a la frontera tras acudir a la llamada. En este contexto de suma adversidad, Max Sontheimer, padre de Kurt, socio mayoritario de Lemanos, S. A., la filial de la fábrica Lehmann en Barcelona, es apartado del consejo de administración de la empresa por un socio minoritario, el alemán Óscar Stettiner, quien, amparándose en el apoyo del nuevo régimen, acabará asumiendo el control de la sociedad. El 11 de mayo, firmada por el ministro Gómez Jordana, se decreta la nueva Ley de Paso de Fronteras, cuya norma impedía el paso a los judíos que no contaran con un aval. El 18 de agosto de 1939, conscientes de lo que se avecina y con el temor acuciante de ser detenidos y entregados a la Gestapo, los Heilbrunner iniciarán los trámites para convertirse al catolicismo. 

 

II GM: Salvando a la familia 

Dory:

“Barcelona, 1940. Ya no había guerra [Guerra Civil Española], pero tampoco había paz. Al menos en los corazones de Kurt y Rosl, que cargaban en sus hombros con toda la angustia y la preocupación por su familia. A pesar de todo, seguían luchando por su incipiente empresa [Casa Pitón]. Mi madre, desde que había dejado de trabajar en los almacenes SEPU, volcaba todo su esfuerzo ayudando a mi padre en el despacho mientras él daba la vuelta a España en busca de representaciones.”

El 25 de abril de 1940, sumida en una profunda angustia, deseosa de abandonar como fuera Alemania, Lina escribía una carta a Rosl y Kurt, explicándoles su lucha para conseguir unos visados que nunca llegaban:

“Hemos pedido los visados, pero la respuesta es negativa hasta que no tengamos los pasaportes […]. Se me pasan tantas cosas por la cabeza, pienso en tantas cosas, y también pienso que a vosotros no os debe ser nada fácil, pero lo importante es tener salud.”

El 23 de octubre de 1940, el mismo día que Franco se entrevistaba con Hitler en Hendaya, los últimos judíos residentes en Friburgo serán trasladados al campo de concentración de Gurs, al suroeste de Francia. Cuatro días después, Rosl y Kurt recibirán las primeras noticias de los suyos a modo de telegrama. Dos días después, Lina escribía desde el Barracón número 16:

“Queridos niños:

Supongo que os debéis haber quedado sorprendidísimos por el telegrama y todavía no sois conscientes de los cambios producidos. El 23 de octubre en pocas horas vino la orden de que debíamos dejar nuestras viviendas, y nos os podéis imaginar lo que esto significó. Sólo nos dejaban llevar lo más necesario, pero con toda la excitación ni siquiera lo hemos cogido. El miércoles por la noche a las diez nos transportaron en un tren especial sin saber adónde.” 

Mientras sus padres se desgañitaban para conseguir como fuera un visado que les permitiera alcanzar la libertad, Rosl se esforzaba por mimetizarse en la ultracatólica sociedad franquista, camuflando su identidad judía, escondiendo cualquier señal que revelase ese pasado, no llamando la atención, acudiendo a misa los domingos, construyendo un mundo nuevo, católico y severo. Rosl vivía dos vidas, una que tenía lugar fuera de casa, donde mantenía un perfil bajo, sin levantar sospechas, de típica mujer católica, y otra en la intimidad de la casa, donde se dedicaba en cuerpo y alma a sacar a sus padres del cautiverio, fuera como fuera.     

Un mes después, el 15 de agosto, Lina escribirá otra misiva desde Marsella: 

“¡Mi querida Rosl! ¡Mi querido Conrado [Kurt]! En medio de esta densa atmósfera que me rodea, intento buscar unos momentos de distracción y conversar con vosotros […] Lo que daría por estar con vosotros. Mi único deseo era estar con mis hijos, pero parece que esto no va ser posible. Aunque consiguiera un visado español ahora ya no hay nada que hacer. El canciller no entrega ningún formulario. El espectáculo de la gente que sale desde aquí en estos vagones de mercancías es indescriptible […].”

Dory:

“A los pocos días a Lina la trasladaron al Camp Les Milles[6] junto a su marido. Allí estaba la estación de tren de donde salían los vagones que los llevarían a un destino desconocido. El día 30 de agosto escribiría su última carta.”

Carta de Rosl a Lina. Lunes, 1 de Febrero.

1942

Finalmente, el día 7 de septiembre de 1942, tras varios días hacinados en un vagón, Eduard y Lina llegarán al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Allí mismo serán asesinados. Un día antes, Rosl les había escrito una carta que nunca llegarían a leer:

“Querida mamá y querido papá:

Desde vuestra última carta del 30 de agosto no tenemos noticias vuestras y estamos, como puedes comprender, muy preocupados. Quiero decirte que Julius ha recibido vuestra carta del 3 de agosto, y que la misma semana él se iba a Washington para intentar conseguir un nuevo visado. O sea que es de esperar que lo consiga y debemos confiar en ello. Hemos estado

 hablando con un señor que conoce muy bien estos temas y nos ha dicho que si todo funciona recibiréis el visado muy pronto. Te digo todo esto para que puedas quizá comunicarlo. Hoy te mandaremos un telegrama, para que tengas conocimiento de todo. Espero que hayas recibido nuestra última carta, por hoy nada más.”

Sumergidos en un ambiente irrespirable, sin noticias de Lina y Eduard, temerosos de ser detenidos en cualquier momento por la policía franquista, el 10 de noviembre de 1943 los Sontheimer se cambian oficialmente el apellido, convirtiéndose en la familia Sont. Estaban borrando las huellas del pasado. 

 

Franquismo:  

Dory:

“Nací en Barcelona, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. Tengo el recuerdo de una infancia y adolescencia feliz. Éramos un clan muy reducido, algo que me costaba entender en aquella España de familias numerosas. Cuando preguntaba el motivo, la respuesta, lacónica, siempre era la misma: «Murieron en la guerra», así, sin más.

Cumplíamos con las normas religiosas estipuladas por la iglesia y el régimen franquista. Íbamos a misa los domingos y acudíamos a las fiestas religiosas más importantes. Nunca, nunca tuve la percepción de que me escondieran algo, pero si la clarividencia de que, en casa, lo importante eran los valores humanos, la ética y la moral. Estaba prohibido hablar de política. A lo largo de los años, las obligaciones religiosas fueron cediendo.

Primera Comunión de Dory Sontheimer, hija de Rosl

1954

A la vez que iba cargando aquella mochila invisible repleta de miedo e impotencia, mi madre seguía viviendo, aferrada con uñas y dientes a su nueva identidad. Salía con sus amigas, disfrutaba de las partidas de bridge de los miércoles, gozaba de las veladas en el Palau de la Música y el Liceo, de los encuentros en su casa, como buena anfitriona, le encantaba preparar la mesa, cocinar sus platos alemanes, especialmente la repostería, marmorkuchen, pastel de manzana, etc., la vida debía continuar. Cómo olvidar nuestros veranos en la Costa Brava, en Sant Feliu de Guixols, en nuestro apartamento de la Rambla Vidal.

A los 18 años, mis padres consideraron que había llegado el momento de comunicarme el origen judío de la familia, algo que a mí me relajó muchísimo al comprobar que no teníamos antepasados nazis. No entendí el porqué de aquel secretismo, ni del miedo que mostraron al concebir la posibilidad de que pudiera comunicárselo a otros. Me pidieron silencio, algo que respeté. 

Mi padre murió en 1984 de un infarto de miocardio. Desde aquel momento, mi madre comenzó a padecer un hundimiento físico y psicológico. A partir de entonces, vislumbré la carga que había llevado sobre sus hombros durante años, una carga que hablaba de una historia dolorosa de la que nunca se había desprendido y que sólo había compartido con su marido. En los últimos años de vida tuvo una serie de infartos cerebrales que la mantuvieron prácticamente en estado de coma, momento en los que los fantasmas del pasado fueron aflorando irremediablemente. Todo lo que ella sufrió, todo aquel control que había ejercido sobre su identidad judía, se desvaneció por completo, dejando vía libre a ese pasado. Recuerdo perfectamente aquellos momentos de angustia en los que, en su lengua materna, gritaba «¡Va venir la Gestapo y se nos va a llevar!».

Después de su muerte, acaecida en el año 2002, aparecieron en el altillo de su casa unas cajas precintadas que nunca antes había visto, al abrirlas entendí enseguida que el contenido de aquellas siete cajas estaba directamente relacionado con el enorme peso que había cargado durante años.

Ahora puedo entender muchas cosas: el motivo por el que mi padre pidió el cambio de su apellido, de Sontheimer a Sont, algo que yo hoy he revertido, el por qué mi madre transformó su segundo apellido de Levy a Ley, el porqué de aquel silencio y el miedo que lo envolvía todo. 

Pienso muy a menudo en ella, en la fortaleza que demostró ante la vida, en su capacidad de supervivencia y sobre todo en lo que debió suponer no haber podido salvar a sus padres, un trauma del que estoy segura, nunca se recuperó. Me ha dejado un legado impresionante y unas enseñanzas únicas.

Gracias, mamá.  DEP. NEVER AGAIN”

  • [1] 
  • [2] una primera fase en la que el robo a víctimas judías se ocultó bajo un barniz de legalidad, y una segunda fase, en la que la propiedad fue confiscada de manera más abierta. En ambos casos, la arianización correspondió a la política nazi y fue definida, apoyada y aplicada por la burocracia legal y financiera de Alemania.
  • [3] a) La Ley de Ciudadanía del Reich, y b) La Ley para la Protección de la Sangre Alemana y el Honor Alemán. Estas leyes se conocieron como las Leyes de Nuremberg. Esto se debe a que se anunciaron por primera vez en un mitin del Partido Nazi celebrado en la ciudad alemana. Las Leyes de Nuremberg cambiaron para siempre la vida de los judíos residentes en Alemania al diferenciarlos legalmente de sus vecinos no judíos, convirtiéndoles en ciudadanos de segunda clase.
  • [4] 
  • [5] 
  • [6] 

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